5 sept. 2010

Nuestra cuarta luna de miel..........y la segunda en Margarita


Un buen escenario para una luna de miel, lo es sin duda alguna una isla paradisíaca cuyas playas estén bendecidas por arenas blancas, aguas cristalinas y un sol bondadoso. Si aparte llegas a un buen hotel, ubicado cerca de buenas tiendas donde consigues precios baratísimos y tienes todas las opciones de diversión que te brinda una ciudad, tampoco te lo pensarías ¿verdad?


Pues bien, Marmota y yo tuvimos nuestra cuarta Luna de Miel, y como destino decidimos regresar a la Isla de Margarita, aquí mismo en Venezuela a sólo media hora en avión desde Caracas y con muchas ganas de recibirnos.


Estuvimos casi una semana completa, en un viaje que hicimos de la noche a la mañana. Casi cuando nuestras esperanzas ya estaban pérdidas hicimos uso de uno de los mejores inventos del siglo XX, la herramienta más poderosa que conocemos hoy día: "Internet". Compramos pasajes, reservamos el hotel y averiguamos todos los sitios a los que nos gustaría ir en esta nueva oportunidad en la Isla. La gente de la agencia de turismo estuvo una semana para darnos respuesta y un viernes a las 5:30 p. nos dijo que teníamos cupo en un paquete, pero que debíamos pagar antes de las 11:00 a.m del día siguiente. Nínguno de los dos podía hacer transferencias bancarias y era imposible hacer el depósito, así que se nos ocurrió el plan B y "tarán" lo conseguimos en menos de 4 horas.


Viajamos con Laser de ida y con Venezolana de vuelta. Era nuestra primera vez con ambas aerolíneas y nos fue de maravilla. El trato fue bueno, el servicio también y lo mejor es que ambos vuelos salieron a tiempo. El de regreso con venezolana tuvo un retraso mínimo de casi 45 minutos, pero comparado con los retrasos de las otras líneas, eso no es nada.


Conocimos el mercado de conejeros, muy famoso por su abundante oferta de ropa y lencería y todo lo que busques. Tienen precios muy buenos y la ropa no está tan mal. Ahora si eres un esclavo de las marcas y del fashión se te hará difícil conseguir algo allí. Pero hay sábanas muy buenas, shorts playeros, camisetas, jeans no vi buenos sino copias muy malas y bueno consigues toallas, saldalias, ropa de damas, caballeros y muchas cosas más. Es inmenso y debes tomarte tu tiempo para recorrerlo y conocerlo todo. Allí practiqué el regateo (negociación de precios) y me resultó muy bien.


Nos quedamos en el hotel Howar Johnson , una habitación chévere, las cenas estaban bien ricas y los desayunos algo repetitivos en el menú. Pero la atención en restaurant era fenomenal. La piscina del hotel, pues es bastante pequeña y muy porfunda para el poco tamaño que tiene. Cuando Marmota y yo decidimos bajar a darnos un chapuzón, nos metimos en la zona de niñoz que tiene una escalerita y te permite ir aclimatando el cuerpo y yo me senté un rato en los escaones. Marmota decide pasarse a la parte de adultos y cuando está haciéndolo una niña le dice: "Sr esta parte es....." Suaz, marmota se hundió, despareció por unos momentos y salió a flote sorprendido porque no se esparaba lo profunda que era la piscina (alberca). Yo se podrán imaginar que estaba muerto de risa viéndolo y dando gracias a Dios que la victima de esa sprofundidades ni fui yo, porque con esta verguenza de no saber nadar a mis 33 años ya me dirán que hubiese pasado conmigo.


Un full day a la isla de Coche me permitió conocer sus aguas tranquilas, cristalinas y ver a los pececillos plateados nadar en el fondo del agua y venir a chupar mis manos y pies. Acostados en el agua Marmota y yo disfrutamos muchísimo de esta espacadita. Pero, como siempre debe haber un pero, todo estuvo bien hasta que llegó la hora del almuerzo. Alquilamos los servicios de Catamaranes del Caribe, que incluye barra libre y almuerzo. La barra libre muy buen, pero el almuerzo muy malo. De no ser por el arroz con leche que nos sirvieron de postre yo hubiera quedado pasando hambre. El traslado en el catamarán fue muy sabroso. Mis temores a quitarme la camisa en la playa por mi redondeado físico fueron destruidos cuando vi que todos los pasajeron eran mucho más redondos que yo. En medio de ese festival de barrigas prominentes yo era un Adonis, no me cabe duda. Además parecía la fiesta de los maracuchos (gentilicio de los que habitan en la ciudad de Maracaibo) bulleros, alegres y siempre echando algún chiste. Estábamos rodeados y con la facilidad que tengo para que se me peguen los acentos mi mayor temor era terminar hablando maracucho. ¡Cómo iba a explicarles a los demás que estuve en Margarita (extremo oriente del país) y que terminé hablando como en Maracaibo (extremo occidente del país)!


La pasamos muy bien, en realidad. Ambos necesitabamos una escapada así. Unos días de reláx, de olvidarnos del día a día y de Caracas. Unos días para mimarnos, disfrutar de nuestro amor, de neustra compañía y para vivir cosas nuevas y divertidas como todas las que nos ocurrieron. Desde meternos a una tienda en el sambil (don regalón) pensando que era otra (graffiti) para buscar unos bermudas playeros, hasta hacernos amigos de la niñita que estaba en la piscina del hotel todas las mañanas cuando salíamos a desayunar y todas las tardes cuando volvíamos a descansar. Yo llegué a pensar que ella era un fantasma porque siempre estaba allí en el mismo sitio ¡Cuánto gusto les da a los niños estar metidos en una piscina! pasaban todo el día en la playa y al llegar, chupulúm para la piscina.


Una semana riquísima, amaneciendo todos los días en los brazos de mi Marmota, apretujándonos en la bañera para caber los dos, echando chistes, paseando por todas partes, planeando qué hacer al día siguiente y sintiendo que nadie es más feliz que nosotros juntos, que tenemos un gran regalo de Dios al habernos encontrado el uno al otro y que queremos volver cien mil veces a la enpesima potencia para la Isla maravillosa a seguirnos mimando, amando y soñando con todo el futuro que nos queda por delante.

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