6 ene. 2010

Cuando los desastres son inevitables............

Estaba en pleno lobby del Museo de Antropología de la Ciudad de México, esperando a que Marmota buscara su morral (mochila, bolso) que tuvimos que guardar en paquetería para poder hacer la visita al museo cuando el golpe de sed que tenía me hizo destapar la botella verde que llevaba en mis manos (como Marmota fue quien las compró yo no tenía idea de qué se trataba). Mi sorpresa no fue pequeña, ni mi acostumbrado grito "aaaaaaayyyy" tan particular en situaciones en las que "Lucy" aflora en mí y hago algún desastre. Es que no era para menos, pues al tratar de abrir la botella el liquido y el gas que había adentro comenzó a salir. Yo parado allí, solito en un lobby inmeeeeeeeeeeeeeeennso mojando toda la entrada del Museo y todos los guardias de seguridad parados frente a mí viendo ese desastre. Yo algo asustado y Marmota viniendo en mi auxilio. Sí, ignoraba que existía una bebida gaseosa llamada Sprite de Limón ¿Cómo iba a saber lo que estaba allí adentro? yo pensaba que era agua mineral.
Pero las metidas de pata en este centro cultural no terminaron allí. No señor, debía seguir cometiendo esos pequeños desastres que me caracterizan y persiguen dondequiera que vaya.
Resulta que nos quedamos en el lobby del Museo, porque íbamos a la presentación del Ballet Folklórico ya que por las remodelaciones en el Palacio de Bellas Artes se estaba presentando allí. Marmota y yo hablábamos de todo un poco, emocionados por todo lo que habíamos visto y vivido hasta ese momento. Para hacerles el cuento corto y para hacernos la espera más agradable la gente del museo ofrecía café. En una mesita ubicada en un rincón había un dispensador de agua caliente, al lado una serie de sobresitos de té de diversos sabores, un envase con un polvo marrón, granulado que asumí de inmediato como café instántaneo y un envase con un polvo blanco que asumí como azúcar. Luego de llenar mi vaso con agua caliente, decidí probar un té de limón que se veía muy bueno, así que intriouzco el sobre en el agua y comienzo a remover para que soltara toda su esencia. Para endulzar tomó dos cucharadas enormes del envase con polvo blanco y mientra mezclo la bebida veo el resto de cosas que había en la mesa, en ese momento no pude contener la risa, mis ojos se paseaban desde mi vaso cuyo líquido cada vez se hacía más blanco y espeso hasta la esquina de la mesa dónde reposaban los sobres de azúcar o endulzante dietético, según fuese la preferencia de la persona.
Si lo que estaba en los sobres era azúcar, obviamente eso no era el polvo blanco del otro envase. Si mi té de limón se estaba convirtiendo en leche no podía ser obra de un milagro alquímico. Mi ataque de risa era incontenible, Marmota se reía hasta más no poder y juntos recordamos siempre el día en que este despistado le puso coffe mate al té de limón en vez de azúcar.

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