20 oct. 2006


Mi abuela Inés, la consentidora. Ella, la que me mimó desde mi más tierna infancia hasta ahora. Su carácter siempre fue fuerte, indomable, imponente.

Cuando la verdad es tan evidente, no se puede negar. Y para ser sincero digo con orgullo que de sus 4 nietos soy el favorito. No sé si porque soy el primero, o porque soy quién vivió siempre con ella, o porque sencillamente salí a ella y se identifica de manera especial con mi forma de ser. Lo único que puedo decir es que de niño me encantaba acostarme en sus piernas para que acariciara mi cabello mientras me contaba historias de cuando yo era un bebé, o de la infancia de mi mamá, o de cómo conoció a mi abuelo. Disfrutaba esconderme debajo de sus faldas cuando mi mamá quería reprenderme por alguna travesura. Siempre ha existido un feeling especial entre ella y yo, una complicidad en la que todo lo que digo para ella es santa palabra.

Pero no todo en la vida siempre es bello y con música Disney de fondo. A medida que fui creciendo me ha tocado vivir su lento y progresivo deterioro. A los 6 y 8 años no entendía por qué arrastraba los pies para caminar y necesitaba agarrarse de todo para no caer. Mucho más difícil fue entender, algún tiempo después que para desplazarse por la casa necesitara estar montada en una silla de ruedas.

Ya cuando tuve edad e inteligencia suficiente, comprendí que tenía una enfermedad degenerativa: esclerosis lateral múltiple. Una terrible enfermedad que poco a poco inmoviliza a su victima, desde afuera hacia adentro. En su caso comenzó por las piernas.

No recuerdo el sabor de sus comidas, hace muchos años que no cocina. Recuerdo su dulce de toronjas, y por causa de una herida infectada al pelar esta fruta para elaborarlo, le amputaron una parte del dedo pulgar derecho.

Junto a ella hacía mis tareas, pasaba tardes enteras acostado a su lado. Quiero tanto a mi abuela como ella a mí. Creo que más la quiere mi abuelo (un inmigrante canario de quién luego contaré su historia). Él era realmente joven cuando mi abuela tomó la silla, ella de cuarenta y tantos y él con poco menos de cincuenta. Pero sigue hoy allí, junto a ella, amándola como el primer día cuando se conocieron.

Me duele hablar de la situación de mi abuela. Creo que no me acostumbro a la idea que nunca mejorará, que su sueño de volver a caminar no será nada fácil de realizar. Siempre soñamos con que ella me enseñaría a bailar joropo cuando "se pusiera buena", tal como ella misma lo decía.

Hoy sé que no pasará. Los médicos aún no se explican cómo su enfermedad ha sido tan lenta en evolucionar. Luego de la paralización completa del cuerpo, son atacados los órganos internos (al menos eso es lo que he entendido con los médicos). Hace ya un par de años no mueve sus brazos. MI mamá y mi abuelo la atienden, le dan la comida, la bañan.


Tristemente, desde hace una semana ha empezado una nueva etapa de la enfermedad. Ya se le hace difícil sostener la cabeza mientras está en la silla de ruedas y su voz cada vez es menos fuerte. Fue realmente impactante visitarla el domingo y verla en ese estado, con artilugios caseros a base de vendas para sostener su cabeza firme y erguida. Es triste ver a una mujer fuerte, decidida, autosuficiente dependiendo de otros para cualquier cosa. En ocasiones pienso qué cosas pasaran por su mente, cómo se sentirá. No debe ser nada fácil.

Sé que cada día está más próximo ese momento tan temido al que no me acostumbro, el que no quiero que llegue sin mis clases de joropo, sin volver a comer el delicioso dulce de toronjas. Quiero volverla a escuchar gritar el nombre de mi abuelo desde la puerta para que entre porque hace frío y él amaneció resfriado. Quisiera volver a dormirme en sus piernas escuchando mi historia. Quisiera volver a tomar de merienda el taco con leche y galletas de soda que me preparaba cada tarde. Quisiera voler a pelear con ella y salir diciendo: "No vuelvo a esta casa, vieja bruja".

Pero sobre todo quiero que no siga sufriendo. No quiero que su sufrimiento sea mayor. Quiero que al irse me deje sus buenos recuerdos, su sonrisa en mi mente.

Te quiero abuela Inés.........

4 comentarios:

Doso dijo...

La vida a veces nos parece injusta, sin lugar a dudas!! Pero solo nos queda demostrarle en el poco tiempo que queda, todo el amor que ella te brindo, devolverle con creces toda sus atenciones, su cariño y su amor, tratar de hacerle la vida mas llevadera, y cuando Dios decida, que llego la hora, alegrate, era tan especial que hasta el mismo Dios, la quiere para si!!!

Un fuerte y apretado abrazo de apoyo
DOSO

Toño dijo...

Los abuelos son esas personas a quienes uno idealiza cuando chico... que no entiende cómo son los padres de tus padres y que algún día tu podrías llegar a ser "tan grande"... ayer fui a ver a mi abuelo materno... que es el último que me queda..
Está bien enfermo, y la verdad es que hasta lo siento medio indefenso... cuando niño quería ser como él... grande... fuerte... y decidido...
Hoy lo veo como a un niño... pero lo quiero más que nunca...
Te mando un fuerte abrazo y ánimo... acá estamos por cualquier cosa.

Querub dijo...

Me recordaste a mi abuelita. Es triste ver a un ser tan querido ser consumido por una enfermedad. Pero ten la fe de que en su momento ella encontrará la paz , acompañala hasta su ultimo momento si es posible, ella en el fondo igual percibe tu amor.

Un abrazo,

Querub.

Patto dijo...

Hufff me conmoviste y recordaste a mis abuelos que ya partieron, se nota que hay mucho amor en tus palabras y en tu corazón, sólo te resta pedirle a Dios (si eres creyente) que le de a tu abuelita, a tu familia y por supuesto a ti las fuerzas necearia para continuar esta lucha hasta que su cansado cuerpo decista de seguir....Por ahora demuestrale todo el amor que llevas adentro procurando hacerle sentir más alegre y fácil su pasar sabiendo que podrá contar contigo hasta el día que Dios la llame a su lado. Un abrazo grande y mucha fuerza.......