
Desde que tengo memoria mi abuela ha estado "enferma", cada vez peor. Mi crecimiento físico ha sido testigo de su prolongado deterioro.
Ella siempre fue consentidora, era quien me cuidaba cuando mi mamá estaba haciendo alguna "diligencia". Debajo de sus faldas me escondía cuando me perseguían para reprenderme por alguna travesura, que fueron pocas realmente ya que fui un niño extremadamente tranquilo.
Recuerdo que caminaba arrastrando los pies, y apoyándose de todos los muebles y pasamanos que encontraba en su camino. Fue difícil aceptar que debía usar silla de ruedas.
Poco a poco fue mermando su capacidad de movimiento. Ahora está allí, tendida en una cama. Su mirada vaga,lejana. Su voz es un susurro apenas audible y que sólo usa para quejarse de los fuertes dolores que la agobian.
Saberla así me hace sentir destruido. Es terrible saber que debemos prepararno para algo, que deseamos que ocurra ese "algo", para que deje de sufrir y aún así sentir un inmenso dolor al pensar que ese "algo" va a ocurrir.

Es duro ver que mi mamá se está consumiendo a su lado. Está dedicada 24 horas al día a su cuidado. Hace tiempo que dejó se salir también, sólo lo hace cuando debe ir a la farmacia, al médico o cuando la invito a comer y la saco a distaerse. Cosa que no funciona tampoco porque está viendo el reloj a cada rato angustiada por regresar.
Marmota está allí, conmigo. Su apoyo ha sido verdaderamente importante para mí. Me ayuda a seguir adelante, me da ánimos.
Esta semana es muy difícil para mí. Ya la abuela entró en una etapa crítica de su enfermedad. Sólo pido a Dios que la deje descansar, que alivie su sufrimiento. Y pido fuerzas para poder soportar todo esto, fuerzas para mi mamá, para mí.